Se ve que el yoga no es el único camino para relajarse… |
El título de disciplina física embarazada suena muy serio. Simplemente significa que ya probé mi clase de Yoga. Soy la única embarazada, de momento de un grupo de tres, así que es bastante personalizado. Llegué con frío y mala leche, tras un largo viaje en Metro. Y encima, me dolía la espalda porque llevaba demasiado peso para mí en el bolso.
Al entrar, pensé en que no hacía tanto calor como para quitarme la chaqueta, así que aluciné cuando directamente nos pidieron que nos quitáramos los calcetines, aunque estuviéramos sobre una esterilla. A los diez minutos de haber comenzado la clase, compruebo con asombro que estoy sudando, que me estorba la chaqueta, los pantalones, y hasta la camiseta. Lástima que solo me pude deshacer de la chaqueta.
A lo largo de la clase, se me estiraron hasta las uñas, que ya es decir. Y trabajé bastantes músculos que en con la natación no entran tanto en acción (y mira que es un deporte bastante completo).
De hecho, a veces, a pesar de la música relajante, la luz tenue, y la ausencia casi total de ruido, me parecía tener a la mismísima teniente O’Neil en frente. Y mira que era cariñosa y dulce, pero esas posturas infernales, que si la tabla, que si el perro mira abajo (¡por dios, que se quede ciego ya o mire p’arriba, que no aguanto!)… todo torturas sutiles disfrazadas de armonía.
Mi asombro creció cuando, al terminar, me manda tumbarme de costado, con esta almohada. Y no solo eso, sino que al más puro estilo Madre-de-Monstrua, me arropa amorosamente con las dos mantas que yohabía utilizado al principio de la clase. ¡Se me deshizo el mito de la O’Neil! Nos deja unos minutitos solas, y hale, a relajarse. Así da gusto.
Así que salí nueva. Lástima que la vuelta en Metro me dejó otra vez como estaba. La próxima vez, prometo ir en coche.
Porque pienso volver, me ha encantado. Y creo que es altamente recomendable no solo para embarazadas, sino para cualquier persona, sea niño, anciano, hombre, mujer, haya hecho deporte antes, o no.