El parto como tal ya había pasado y terminado aquí y aquí. Lo siguiente fue llevarme a la habitación junto con Monstruito. Y así como no tengo queja alguna sobre el proceso del parto de Monstruito III, de lo que pasó después no puedo decir lo mismo. A pesar de que el Hospital de La Paz presume en cada rincón con pósteres de fomento a la lactancia materna, lo que viví se convirtió en un despropósito tras otro al respecto.
La primera en la frente, aunque leve, me puso en alerta. Tienen por costumbre ofrecer analgésicos en el postparto. Normalmente ofrecen paracetamol, ibuprofeno y Nolotil. La verdad es que yo no tenía dolor pero como a veces aparecía una pequeña molestia, solía pedir un paracetamol para pasar la noche tranquila (en la medida de lo posible, claro). Una de las veces la enfermera de la tarde me ofreció un Nolotil. Yo había tenido la prudencia de mirar previamente su compatibilidad con la lactancia en e-lactancia.org. Allí aparece como riesgo nivel 1, y se recomiendan como alternativas a este el ibuprofeno y el paracetamol, de riesgo nivel 0.
En el parto de Monstruito III quizá este fue mi error y debería haberme callado. Pero le dije a la enfermera que prefería paracetamol, por favor, porque el Nolotil no estaba muy recomendado en caso de lactancia materna. La respuesta de la enfermera no se hizo esperar «no, no pasa a la leche, si no, no te lo daríamos». Toma ya, a ver qué respondes a eso. Con esa actitud chulesca no me apetecía hablarle de e-lactancia.org, ni insistirle de nuevo en que quería paracetamol y no Nolotil. Que sí, que el Nolotil es riesgo bajo, pero existiendo alternativas sin ningún riesgo ya son ganas de complicarse.
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El bibe que me ofrecieron, antes de irse a la basura. La marca ahí, bien hermosa y que se vea para ir corriendo a comprarla al salir del hospital. |
Bien, a lo que íbamos. La enfermera de la tarde (ella de nuevo, sí. O quizá la pediatra de la tarde entre bambalinas) no dejaba pasar ocasión para recordarme lo del «suplemento». Para ello, pinchaban a Monstruito de vez en cuando para ver su nivel de glucosa (mi pobre Monstruito, ¡acababa de nacer y le dejan hecho un colador como regalo de bienvenida!)
Mientras estaba enganchado al pecho, le fui metiendo la leche que quiso. Hasta que empezó a echarla y no le apeteció más. Obviamente no se terminó todo el biberón.
Y lo gordo en el parto de Monstruito III vino después. La pediatra insistía en saber qué cantidad había tomado. ¡Y yo qué sé, señora, la que ha querido! ¿No ha visto usted que le ha subido ya la glucosa? ¡Pues ya está! Pero la pediatra, no contenta con eso, insistía en que se terminara el biberón durante la noche. Ja.
Si hay algo que llevo mal, es que intenten controlarme metiéndome miedo o amenazándome. Así que el resto del biberón se fue a la basura directamente. Simplemente me puse a Monstruito al pecho cada hora y media de reloj y no solo mantuvo la glucosa a niveles adecuados según ellos, sino que empezó a coger peso aún antes de salir del hospital (todo esto a pesar del cansancio porque la noche anterior Monstruito se despertó cada cuarto de hora hasta que, a primera hora de la mañana, expulsó su primer meconio. Y todo esto a pesar de que Monstruito no le había cogido el tranquillo a la teta aún y le costaba un poco engancharse).
Monstruito sigue cogiendo peso a buen ritmo (algo tendrá que ver su hermana también) y ya se agarra al pecho bastante bien. Es un santo que duerme, come y mancha pañales. Los gases los expulsa él solito y llora si le ofrezco el pecho muy tarde o si se siente incómodo por alguna razón.
Pero la impresión con la que volví del hospital es rara; me chocan este tipo de conductas cuando en cada pared del hospital de La Paz se pueden ver carteles con consejos para promover y mantener la lactancia materna. Al final, lo de «hospital a favor de la lactancia materna» se convierte en una pose, una actitud de boquilla. Una pena porque, por lo que he visto, también tienen a profesionales muy humanos y formados trabajando allí (desde la limpiadora hasta el ginecólogo).
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