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Partos gratis. Imagen CC de Yanina |
Para redondear en el parto de Monstruito II la fiesta me mareé después de la exploración, mientras me tomaban los datos. Pero creo que era de los nervios y el calor que hace siempre en este hospital.
En fin, después me llevaron a una habitación preparto donde estabámos solos Monstruo y yo. Me dejaban 12 horas «de cortesía» para ver si me ponía de parto yo solita. Así que llamé a mi madre que vino un ratito también.
Pasaron las 12 horas y yo seguía más ancha que larga. Y mira que subí y bajé escaleras, boté, caminé y nada, Monstruito no parecía estar por la labor (y no me extraña, con lo que cuesta nacer…) Así que me anunciaron que me pasaban a una sala de parto y a meterme oxitocina directamente. Mis ilusiones de parir sin epidural se desvanecieron rápidamente a sabiendas de lo que dolían las contracciones con oxitocina sintética.
Los paritorios de La Paz son agradables, amplios, individuales y el mío tenía unas bonitas vistas a las torres del Bernabeu. Respetando una petición mía en el parto de Monstruito II, los monitores que me pusieron eran externos, por lo que podía moverme más o menos por la habitación. Además, me dejaron estar con el móvil en la cama, así que aproveché para grabar la habitación y guasapear mi parto. ¿Hortera? ¿Demasiado friki? Con Monstruita no lo hice pero he de reconocer que alivia y ayuda mucho cuando te dan ánimos aunque sea vía Whats App (Monstruo estaba ya para el arrastre, el pobre, y tampoco había nadie más a excepción de la matrona y la auxiliar de enfermería que entraban y salían de vez en cuando, y también animaban, la verdad).
Cuando las contracciones en el parto de Monstruito II empezaron a ser jodidas a doler, pedí la epidural. No obstante, mientras llegaban los anestesistas, me tocó torear las oleadas de dolor que venían y se iban. Ahí descubrí que manejar el dolor es mucho mejor que dejarse llevar por él (¡viva el yoga!).
La epidural se me lateralizaba a un lado o a otro, según le diera. Afortunadamente y a diferencia del parto con Monstruita, los anestesistas acudían a mi llamada y arreglaban el desaguisado. Mi principal temor consistía en no saber empujar llegado el momento al no sentir las contracciones por haberme convertido en una sirena de corcho de cintura para abajo.
No obstante, parecía que en el parto de Monstruito II yo no dilataba. Las matronas, siempre amables y con una gran calidez personal, me repetían que no había ninguna prisa, lo que me tranquilizaba mucho, quería evitar a toda costa una cesárea, ¡no quería estar más días de los imprescindibles en el hospital, ni quería estar fuera de juego al llegar a casa!
Por fin, comencé a dilatar rápidamente y a empujar cuando las matronas me decían. Aunque sabiendo que el latido de Monstruito deceleraba en cada contracción, más o menos yo también podía saberlo. Uno, dos, tres pujos y fuera. Ahí estaba, Monstruito, precioso, pequeño, entero, vivo. Lo pusieron sobre mí y un ratito después nos llevaron a la habitación.
Solo tengo palabras de agradecimiento para todo el personal que intervino en el parto. No solo fueron muy cercanos sino que respetaron mis deseos en la medida de lo posible (parto atendido por matronas, nada de enemas, no episiotomía, no afeitado, monitorización externa, piel con piel).
En mi opinión, los únicos «peros» que sigue teniendo el Hospital de La Paz es el parir en horizontal y la separación de 8 horas del bebé y la madre cuando ha habido cesárea. Espero que, con el tiempo, esto también cambie en pro de un parto más respetuoso tanto con la madre como con el bebé. La estancia en el postparto también tiene miga, pero ese será el tercer post de la serie 🙂
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