Mi primer mes como bimadre ha sido una aventura de esas para recordar.
Monstruito es un regalo de lo más zen que podía haber esperado para navidades. Tranquilo, sus primeros treinta días de vida los vive comiendo y durmiendo plácidamente. Él solito echa sus gases aunque alguna vez no puede por sí solo, le molestan y se queja. Lo que yo esperaba como un mes infernal se ha convertido en una vivencia más consciente de la maternidad. Mi primer mes como bimadre no podía haber empezado mejor.
Ahora sí, puedo decir que me da pena que crezca. Guardo cada momento de teta, de cogerle en brazos y acunarle, de sus mínimos llantos, de lavarle, de sus gestos, hasta sus despertares nocturnos.
Su carácter de bebé pacífico me ha permitido atender con más tranquilidad las demandas de Monstruita. Ella, con veinte meses no comprendía bien qué estaba pasando. Solo vio que, de repente, otro bebé se cogía a la teta de su madre, que ella sentía el peligro de que se la robaran y que tenía que compartirme. Además, tenía que vivir con el miedo a que su madre desapareciera de repente y sin explicación alguna durante cuatro días y tres noches (los días de la hospitalización).
Por si acaso, Monstruita puso en juego todas las estrategias de las que disponía para no perder ni su teta ni a su madre. Así que cuando veía a Monstruito tomando
teta, ella también se enganchaba y no la soltaba hasta que Monstruito hiciera lo propio. Por las noches, no soportaba ver que
su teta estaba ocupada y lo hacía notar llorando como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina. Si salía de paseo con su tía o su abuela, llamaba a gritos a su madre al entrar a casa, no fuera a ser que se hubiera ido otra vez.
Poco a poco, en el transcurso de este mes, todas esas conductas se han ido extinguiendo por sí solas al comprobar que yo no desaparecía, que su teta seguía siendo suya aunque tuviera que compartirla, y que sus necesidades seguían atendidas cuando surgían. Alguna noche aislada resurge el llanto al ver a Monstruito a la teta, pero cada vez es más raro.
Monstruita me avisa insistente cuando escucha llorar a su hermano y yo no lo oigo. Si le pido permiso para darle teta a Monstruito, normalmente me lo da de buen grado (si no, toca lactancia en tándem). Aún no comprende muy bien que son hermanos y que más adelante también serán compañeros de juego y (espero) un apoyo mutuo en la vida como lo son para mí mis hermanos.
Monstruito, mientras, nos hace saber que le gusta que le acaricien la cabeza y la espalda, que le gusta estar enrollado con la manta o, a veces, dormir junto a mí. Que le tranquiliza que yo le cante y que el baño le gusta regular.
Tras mi primer mes como bimadre, ¿es más jaleo tener a los dos? Principalmente al salir de casa, ¡es una odisea! y por las noches, cuando tengo que atender a ambos. Por lo demás, tampoco noto más jaleo pero supongo que todo cambiará en cuanto Monstruito comience a tomar más conciencia de su alrededor y se gatee o ande.
Y… ¡ah, feliz Navidad!
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