Resulta que nos asombra y quizá nos aterroriza un poco también la facilidad con la que nuestros retoños manejan el móvil o la tablet. ¡Son nativos digitales!, decimos, ¡han nacido ya con ello! Y desde que alguien acuñó el famoso término, rueda de boca en boca y lo soltamos en cuanto vemos un dedito infantil tocando una pantalla.
Y es verdad que ellos no tienen miedo a experimentar, a romper algo, a ignorar si sabrán o no conseguir lo que quieren. Simplemente actúan y por mero ensayo-error terminan comprendiendo cómo funciona eso. Vamos, lo mismo que hemos hecho toda la vida cada vez que hemos pasado de leernos las instrucciones de la lavadora, del ordenador o de la sorpresa del huevo de chocolate.
Pero de ahí a pensar que son una especie de Steve Jobs en potencia o de Bill Gates no hay un paso, hay una autopista kilométrica.
Hablamos de...
De qué iba lo digital antes
En mis tiempos (ejem, sí, ya soy una señora) no existían todos estos artefactos tecnológicos tal y como los conocemos hoy en día. Recuerdo que mi primer ordenador ni siquiera era mío: era el ORDENADOR FAMILIAR. Así, en mayúsculas. Y no había un perfil por usuario ni nada de eso. Era un 386 con MS-DOS como sistema operativo. ¿Lo qué? Pues eso, una cosa que no era Windows y que funcionaba a base de que nosotros tecleáramos cosas como: «cd games», por ejemplo, que ya ni me acuerdo.
Era un tanto infernal y aprendí que existía una especie de directorio donde ponían todas las malditas órdenes para que aquello te dejara jugar al Monkey Island o te formateara un disquete. Sí, ‘disquete’, esta cosa que usábamos en lugar de pendrives:
Total, después de aquello tuvimos otros ordenadores y hasta una Game Boy que engulló gran parte de mi infancia gracias al Tetris y al Super Mario Land. Otros tenían la Nintendo o la Sega Megadrive y aquello era lo más de lo más porque era en color.
Así que además de jugar con las flechas del teclado con el ordenador, poco más podías hacer: utilizar un procesador de textos igual de infernal y, ¡oh, maravilla! el Power Point que llegó más tarde.
Internet también terminó cayendo y significaba estar 10 minutos esperando a que se conectara a cambio de no poder hablar por teléfono. Si tú lo sufriste, seguro que este sonido te trae viejos recuerdos:
Los ordenadores de la universidad no iban mucho mejor. Recuerdo coger el periódico universitario de turno para leer mientras navegaba de una web a otra. ¡Era emoción pura porque por aquellos entonces ni siquiera tenía internet en casa! Mi primer email fue de Hotmail, luego de Yahoo… E incluso descubrí el IRC, un no parar. Eso sí, me daba tiempo a leer un par de páginas de aquella gaceta mientras la página terminaba de cargarse.
¿Y por qué cuento esto? Para que entendáis que gracias a que aquello era la muerte en vida y te tenías que buscar las mañas, podías llegar a entender como ‘piensa’ un ordenador y relacionarte con él de manera más o menos amigable. Y si no, no lo utilizabas y a otra cosa, mariposa.
De qué va lo digital ahora
Ahora tenemos unos ordenadores maravillosos con ventanitas (Windows), móviles donde les puedes pedir oralmente cualquier cosa y tablets enormes e intuitivas. A los señores y señoras que viven de esto les interesa tener muchos usuarios, mucha gente que use sus aplicaciones y que necesite otro móvil en breve, otra tablet o que incluso vista su tecnología con un smartwatch.
¿Y cómo llegar a más personas? Pues logrando que el uso de esta tecnología sea lo más simple posible y se pueda adaptar incluso a las necesidades que tenga cada persona (baja visión, discapacidad intelectual, edad avanzada, etc.). A esto le sumamos las redes sociales que aprovechan la necesidad que tenemos de socializar y ¡bingo!: tenemos Tik Tok, Instagram, Twitter y redes nuevas que están por llegar y que al igual que el Super Mario de mi infancia, nos tienen pegadas a la pantalla.
Y está genial porque gracias a internet podemos encontrar información de casi cualquier cosa y encontrar personas afines con las que compartir y desahogar más allá de nuestro barrio. También procrastinamos como si no hubiera mañana pero no he venido a hablar de eso.
¿Y qué pasa con los nativos digitales?
A esto es a lo que realmente iba. Lo que llamamos nativos digitales son personas (niños, jóvenes y ya adultos) que han crecido con un manejo básico de aquello que les interesa. Es decir, saben descargar apps en el móvil, borrarlas, personalizar el móvil y conocen cómo funciona Tik Tok, Instagram, Twitter o Facebook y, por supuesto, WhatsApp o Telegram.
Sin embargo los nativos digitales son usuarios novatos en todo lo que todo esto implica: cómo mantener la privacidad en las redes, normas básicas de respeto y empatía en las redes o leer entre líneas. No son tontos, tampoco somos más listos los ‘inmigrantes digitales’. Simplemente es como todo: o buscas información o es bastante fácil meterse en algún lío.
Los nativos digitales también son poco apañados en manejar un procesador de textos como Word, realizar una presentación de Power Point o identificar qué fuentes son fiables para ciertas informaciones y cuáles no, tanto en internet como en las redes sociales.
«Pero yo me apaño fenomenal y me curro unas actividades para la clase con genial.ly que alucinas», dices tú, que acabas de caer por aquí. Sí, claro que sigue habiendo gente competente en estas cosas, ¡pero eso no significa que todos o la inmensa mayoría lo sean! Si este fuera un blog serio, me pondría a buscar fuentes que confirman lo que digo y lo dejaría por aquí. Pero como lo hago por placer y no me apetece complicarme ahora mismo, te insto a que las busques tú y me respondas.
Y entonces son nativos digitales o qué son
Pues creo que ya lo has concluido fácilmente: no son más nativos que tú y que yo. Simplemente han nacido con otras herramientas al alcance de la mano. Las que son intuitivas, fáciles, «de enganche» social, las dominan. Las otras requieren de una formación que se está obviando en los planes de estudio, al menos en España.
Que volviendo a mis viejos tiempos, recuerdo cuando en el instituto me enseñaron a programar con QBasic. En cambio, cuando hice la segunda carrera unos doce años después, en informática me pedían cosas como hacer un vídeo con el simplón Windows Movie Maker, el editor de vídeos de Windows. Mientras el profesor explicaba, yo ya estaba editando y probando con fotos del ordenador. Y no es que yo fuera muy lista, ¿acaso no está pasando algo parecido con TikTok o programas como Filmora o iMovie, el editor de vídeos de Mac?
Así que ni nativos digitales ni digitalas. Simplemente niños que crecen diferente a cómo crecí yo. Y no estaría de más facilitar una educación que promueva la resolución de conflictos cara a cara. Que esto de cortar con el novio o enfadarse por WhatsApp se nos está yendo de las manos. En serio.
Y hasta aquí mi diarrea mental de hoy. A todo esto, ¿cómo lo ves tú?
Imagen de portada: Photo by Julia Coimbra on Unsplash