Ya ha pasado un mes desde que nació Monstruita. En concreto, 5 semanas. Por un lado se me ha pasado volando, porque no puedo creer que la cosa regordeta con papos y que ya pasa de 4 kilos, que no para de moverse, fuera una cosita con cara fina, casi inmóvil, y más ligera de levantar. Por otro, ha sido de los meses más largos de mi vida. Yo creo que es mejor si divido el mes en etapas:
Etapa Casera, semanas 1 y 2
Cuando por fin entramos en casa con Monstruita, la emoción me pudo y solté las lágrimas de rigor. Y tan a gusto, oye. La primera semana fue jodidilla, porque los puntos me impedían sentarme y porque yo comprobaba que estaba más débil de lo que creía: no aguantaba más de diez minutos de pie, aunque físicamente yo no notaba nada más. Eso implicaba que tenía que pedir ayuda para un montón de cosas (y soy de las que prefieren pasar sin ella).
Tanto esa semana como la siguiente, fueron bastante infernales, porque las visitas se juntaron, una tras otra. A mí me entraba el sueñecito tonto a las 6 o 7 de la tarde, justo cuando solían venir. Y a Monstruo también. Algunas vinieron por la mañana, así que unos cuantos nos vieron en pijama y ojerosos, c’est la vie.
Además, Monstruita lloraba mucho. Aún no queríamos ponerla chupete por mis reticencias a que lo confundiera luego con el pezón.
A esto hay que añadirle los papeleos de rigor (infierno terrenal) y las visitas médicas al pediatra, ginecólogo, etc. Además, acudí a una reunión de un grupo de lactancia por un problemilla que contaré en unas semanitas (por cierto, super recomendable acudir a una reunión de estas).
Etapa Casera, semanas 3 y 4
Cuando en un mes se le cayó el cordón umbilical a Monstruita, fue como quitarse un peso de encima. Por fin podíamos bañarla a gusto, y recrearnos en ello. Hasta entonces, los baños eran exprés, de un minuto a lo sumo, para que el cordón no se mojara mucho.
Las visitas se espaciaron, yo ya las disfrutaba y disfruto, y además, se me habían caído los puntos y físicamente me encontraba recuperada. Ya podía salir sola a pasear con Monstruita siempre que me diera la gana (con permiso de la señorita, claro).
Además, habiendo pasado ya unas semanas, y viendo que Monstruita mamaba y crecía feliz, decidimos probar el chupete. Y oh, milagro, qué pedazo de invento. No es que sea la panacea, pero la cosa ha mejorado bastante. Para que os hagáis una idea, Monstruita lloraba tan fuerte y tan de continuo , que ahora mismo está medio afónica (sí, sí… real como la vida misma).
Monstruo, al empezar a trabajar, lo pasa a peor. Se le juntan varias cosas y, además, sus horarios de sueño son poco flexibles y, por tanto, duerme poco porque no se adapta a los horarios de Monstruita.
Dicho lo cual…
– Cuando duermo, me gusta hacerlo sintiendo a mamá o a papá. Si me trasladan al moisés antes de que yo esté en fase «durmiendo como un aserradero entero», la monto. A veces, convenzo a mis padres para que me dejen quedarme en la cama con ellos, que se está tan a gustito… Pero no se lo digáis muy alto a los/as abuelos/as, que luego seguro que nos fríen a cosas de esas como «la niña tiene que dormir sola», «así la malcriáis» , «uy, qué mal asunto», y rollos de esos.
Gracias, Monstruita, ahora creo que nuestros lectores y demás gente de bien, te conocen un poco mejor
Deja una respuesta