Madres trabajadoras

A ti, que has escrito esta entrada donde nos llamas heroínas a las madres trabajadoras que mantenemos la lactancia pero a la vez te compadeces de nosotras; a ti, que gritas por todas y no sé si por ti misma. Pues bien, aquí está mi deseada respuesta que canta por mí y para mí, aunque serán bienvenidas todas aquellas que sientan identificadas con esta batalla.

Yo amamanto. Llevo 4,5 años de fascinante lactancia, 2 de los cuales han sido en tándem. Soy asesora de lactancia también, como tú, en mi caso formada por las grandísimas mujeres de Multilacta. Con mi primera hija comencé a trabajar cuando ella cumplió seis meses. Con mi segundo hijo, cuando él cumplió nueve meses. No me lleno de orgullo por haber comenzado tan pronto porque, en mi opinión, el permiso por maternidad debería ampliarse a doce meses reales en lugar de las 16 semanas chusqueras de las que disponemos en España. Soy parte de esas madres trabajadoras que claman por una conciliciación real.

Dicho lo cual, te doy la razón en parte pero solo durante los primeros meses de reincorporación al mundo laboral. Una vez que que ha pasado el terremoto que supone adaptarse a la nueva situación, cuando por fin todo se transforma en tranquila rutina, me descubro a mí misma de nuevo aún echando de menos a mi bebé. Vuelvo a encontrarme con Monstruua, esa mujer que disfruta re-conociéndose y trabajando codo con codo con algunos de sus compañeros, que se crece cuando uno de sus alumnos consigue comprender qué significa la palabra mañana, que comprueba orgullosa que sigue disfrutando de los retos desafiantes que surgen al margen de la crianza. Ya formo parte de las madres trabajadoras.

La parte de mi jornada laboral en que me saco leche, es MI MOMENTO. En el lugar donde trabajo lo saben: no me llaméis, no me busquéis, que me estoy extrayendo oro en otra de las tareas que ocupan un lugar destacado en mi día a día. Mientras, con el móvil, puedo leer las noticias, montar un vídeo chulo de mis hijos, pensar una entrada del blog o echar una partida al Wordfeud. Por eso, es MI MOMENTO, porque son unos minutos que me regalo diariamente.

Madres trabajadoras lactantes

Aún así, algún despistado o alguna despistada ocasionalmente abre la puerta sin querer y solo encuentro el máximo respeto (y algo de azoramiento) cuando me ven sentada, con el runrún del extractor y un bote de leche colgando de una teta. En ningún momento me he sentido saqueada o violada y no me considero una heroína por el hecho de vaciar mi pecho. Dejar el valioso líquido blanco preparado para el día siguiente es tan sencillo como sacarlo de la nevera y meterlo en una mochila o bolsa térmica con un par de acumuladores de frío. Así de sencillo, así de prosaico.

Siempre se habla de daños colaterales pero en este caso también puedo hablar de beneficios colaterales: ahora mis compañeras saben que es posible amamantar y trabajar, me han visto y han comprobado que la reincorporación laboral no es un motivo per se para interrumpir esa lactancia tan luchada contra la desinformación de muchos profesionales sanitarios, tan denostada por leches de fórmulas ofrecidas y no pedidas, tan peleada contra los malos consejos con buena intención de nuestro entorno y tan conseguida gracias a las redes de apoyo, las asesoras y a los profesionales sanitarios que sí están informados y formados.

Me empodero trabajando aunque mis crías reciban el cariño y el amor de otra persona que no soy yo, ¡es perfectamente posible! Acogiéndome a ese mismo sistema que denuestas obtengo una reducción de jornada para poder disfrutar de mis hijos. Y es gracias a esa reducción de jornada que caigo en brazos de una siesta que me permite recargar mis fuerzas de madre para abrazar todos los momentos que me regalan mis hijos, los buenos y los malos. Mi sonrisa materna no se debe, como tú dices, a un poder sobrehumano que tengamos las madres. Yo, al menos, soy humana, tremendamente humana y orgullosa de mis caídas y mis errores que me hacen avanzar y crecer como persona. No soy una super heroína.

El día a día me agota porque es duro criar y trabajar, trabajar y amamantar, claro que sí. Las mañanas ojerosas de las madres trabajadoras y lactantes, las mías, son fruto de noches con tres despertares como mínimo porque mis hijos me reclaman. Dos años y medio de noches interrumpidas con lactancia en tándem (con dos niños a la vez) y cuatro años y medio de lactancia que aún nos regalamos. Y esto no significa que «el sistema controle mi útero». Mi útero lo controlan mis sentimientos y mis pensamientos, es decir, YO. Soy yo la que decido si seguir al sistema o no y cómo hacerlo. Mi útero dador de vida es parte de mí pero, al igual que el corazón, no deja de ser un órgano más de la maquinaria que me permite existir.

Yo soy dueña de lo que opino a pesar de artículos donde me sugieren que abandone el grupo de las madres trabajadoras para ser mejor madre, que abandone mi amor por mi profesión en pro de la crianza, que me incitan a que mis hijos coman esto o lo otro para que tengan una vida saludable (si no, de nuevo, estaré abocada al infierno donde van las malas madres por darles una bolsa de gusanitos), o que debo portear, amamantar, hacer manualidades todos los días con mis hijos, no salir nunca con mis amigas o disfrutar siempre la lactancia

Madres lactantes trabajadoras (¡ay, como tengas momentos duros con la lactancia o agitación del amamantamiento estarás condenada al averno por los siglos de los siglos!). Ese movimiento con moral d

e doble filo que promulga a los cuatro vientos que las madres no somos tontas ni infantiloides pero que luego, curiosamente, nos trata como a tales aleccionándonos de manera sutil sobre cómo debemos criar «correctamente», sin respeto a las circunstancias, sentimientos y creencias de cada madre, de cada hijo e hija.

¿Necesito reconocimiento? Sí, lo necesito porque trabajar y criar, pertenecer a las madres trabajadoras amamantes o no, sean tus hijos grandes o no, continúa siendo una labor de titanes. Porque darle lo mejor a mis hijos no pasa por enchufarles a la tele todas las tardes: evitar esto requiere un esfuerzo. Porque quiero ese reconocimiento para compartirlo con mi marido, padre de mis hijos, que está al pie del cañón junto conmigo. Y también lo querría para las abuelas y los tíos, personas que tengo la suerte de tener cerca, que aportan maravillas y experiencias distintas a las mías y que me permiten seguir construyéndome como mujer con esos ratos que me regalan gracias a que están con sus nietos o sobrinos. Porque la mejor madre no es la que está 24 horas con sus hijos, no nos engañemos: la mejor madre es la que se respeta a sí misma, respeta a sus hijos y los ama.


Imágenes por orden de aparición: empoweredbirthproject Evaxebra Mister GreyCat

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Mujer que anda por la vida como puede.

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